martes, 9 de noviembre de 2010

La tormenta

Es una noche de tormenta. La lluvia inunda las calles ahí afuera. Los gatos huyen aterrados ante la presencia del agua y el sonido de los truenos. Yo estoy en mi casa, sentada en el suelo, viendo resbalar lentamente las gotas de agua por la ventana.

A través del cristal, veo las calles de mi ciudad, un paisaje desolador: pobreza y miseria por las calles, se respira tristeza y resignación por los rincones.

Me llamo Marta, tengo doce años y mi papá se fue hace mucho tiempo. Dijo que tenía que buscar un futuro mejor para nosotros, que aquí no existían apenas oportunidades y que no quería este tipo de vida para su familia.

Pero hace ya cuatro años que mi papá marchó y aún no ha vuelto. Antes de irse, nos dijo que cuando encontrara un buen lugar y se estabilizara, vendría a buscarnos y llevarnos con él.

Todavía no ha llegado el momento, dice, pero yo quiero reunirme con él. Le echo mucho de menos y me siento muy sola. No me gusta ver a mi familia separada.

Mientras las lágrimas caen por mi rostro, intento que el agua se lleve mi tristeza, porque sé que llegará el día en que mi papá regrese, nuestra familia se vuelva a reunir y tengamos un futuro mejor.

Pero hasta entonces, sólo me queda confiar en mi padre, en su capacidad, en el amor que nos tiene. Recuerdo sus últimas palabras antes de marchar: "por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes".

¿Cuántas veces nos quedamos en la tormenta
sin creer que luego saldrá el sol?

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